En este último tiempo he sido testigo de como afectan a las personas las tristezas del corazón. Creo que todos hemos pasado por alguna historia que no ha arrancado alguna lágrima no tan solo de los ojos, sino que del corazón. La búsqueda insaciable de respuestas a preguntas constantes en nuestras mentes, pero que por más que busquemos nunca las hallaremos; exigimos explicaciones, pero no se nos dan y nuestra incertidumbre en más intensa. Tendemos a culparnos, a buscar en nosotros las respuestas que son han negado, pero solo encontramos hipótesis sin resolver...
La vida me ha enseñado en estos 25 años que no siempre habrán las respuestas verbales, y que en ocasiones las respuestas llegan solas, tal vez demoren, pero finalmente llegan. Creo que algo sano es poder perdonarnos , poder decir que en cierto grado también tenemos una cuota de responsabilidad, y poder aprender de ello. Llorar todo lo que sea necesario hasta que los ojos se nos pongan rojos y secos por tanto llorar, que arranque el último suspiro del alma y que sea fuerte y profundo, como se merece que sea. Y luego pensar en uno mismo.
No soy quien para dar consejos, pero sé que los círculos hay que cerrarlos; estos los pude cerrar el tiempo, pero mejor aún si es uno quien lo cierra, para comenzar una nueva historia, sin tormentas ni fantasmas del pasado.